“Hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo”
Susana Thénon, Canto Nupcial.
Todos escondemos una otredad, un otro que nos espera a la vuelta de una esquina desconocida para inundarnos en una vorágine como la de las olas revueltas en el mar. Todos nos enfrentamos con una alteridad ecuánime, guardada quizás en inicuas presencias, dormidas cual libro en biblioteca infinita -con una muerte provisoria, que aguarda el aliento, la mano que sutilmente lo atraiga a la vida, que lo rejuvenezca en un hálito de satisfacción, sublimando esencias -. Y al fin, envueltos en lo inédito de la situación, reemplazados por ese otro que también nos hace. No es esquizofrenia escribirse cartas a uno mismo, a lo sumo narcisismo. Al respecto, circula una propaganda (inane demostración capitalista) sobre el amor propio, una propaganda que ensalza los contravalores, que lo conlleva a uno a replantearse por qué es feo, o por qué no lanzó la basura; el tacho repleto es como un big brother que nos observa delatándonos lo sucio de la humanidad misma, del carácter natural y mundano que obligaba, por ejemplo, a ir al baño a Platón, o a lavarse cada mañana los dientes al habitante medio inglés (apretando desde abajo del pomo, claro). Pero esas necesidades ineludibles son las que nos perfeccionan, porque en lo terrenal, en lo aparentemente efímero, a veces se encuentra lo perfecto, lo idílico, lo sin tiempo. Así como una breve nota lanzada en la vereda puede salvar el alma de un suicida. O tornarla todavía más gredosa. He ahí los vericuetos de la cuestión: la multiplicidad de lecturas, la diversidad de elecciones, la subjetividad. Porque lo objetivo sólo puede circunscribirse a un plano abstracto, intangible. Tan intangible como una suma para un escolar.
Hablando de escolares: recién, revisando nones en mi vida y platicando con un anaquel (sucio, claro) pude visualizar un error ortográfico en la medalla de fin de año de mi secundaria: “fransisco”, puede leerse en la costura mal hilada de la plata. Para el lector, este hecho puede significar un pedazo más de vida perdida, una gota de tiempo aplicada a una lectura intrascendente. Pero, al menos particularmente, esto simboliza lo grotesco, lo Discepoliano que se nos presenta en la cotidianeidad, lo incongruente: tantas enseñanzas dirigidas a los alumnos, tantos castigos para finalizar el círculo con una línea, aflojar al final como un pedo entre contertulios congresistas. Sé que la falencia se le debe adjudicar al encargado de grabar la medalla, pero así como la secretaria irresponsable otorga una imagen irresponsable a una empresa x, esto (ahora encofrado en la soledad de las cosas) se inmortalizará una sonrisa de egresado maloliente. Sin embargo, seguirá relegando óxido.
No diga nada, sé que esto no modifica su vida. Pero alegando a nuestra alteridad, a usted le servirá para que en su memoria se retrotraiga algún hecho semejante, equidistante a este recuerdo tan mío. Alguna travesura infantil, alguna maestra de primaria, alguna contradicción hallada en las instituciones, algún.
Y así como si las horas fueran el agua que corre por un acantilado empinado, llega el fin de año, la navidad infunda de éxitos comerciales y desenfreno mercantilista. Se estrechan las copas de los argentinos, esas mismas que hacía (¿hace?) unos años se incomprendían. Colisionan intempestivamente los alcoholes que supuran la melancolía de la “argentinidad acrisolada”, y entre tanta yerba secándose al sol, entre tanta noche sin luna ni estrellas, el arbolito ahí, brillando con la lumínica perfección de un círculo bien cerrado (sin una línea al final), ilustrando la “la douce Nuit qui marche”. Aunque se sepa bien que no todo está bien o no todo esté mal, depende cómo se lo mire, desde qué cerradura se aplique la ceja, desde qué etcéteras infinitos se parcialice la visión. Porque así es nuestro pueblo -al menos el medio, el que está entre el alfa y el omega, el epicentro de un péndulo estoico que se debate silencios entre sombras y faroles-, una metrópolis fecunda fecundada por opios constantes, por máscaras y rodilleras, edificando los días, el-fin-de-mes con apatía y alegría, porque no viene mal las contradicciones (dícese de ambivalencias Discepolianas como en botica), la copa de cristal sobre el mantel (sucio) a cuadrillé; el fransisco punzando, sonriendo en la penumbra; el Van Gogh reproducido drásticamente por una imprenta ya fenecida por mimesis económico junto al dibujo curvilíneo de la nena, que le quedó re paquete, que mirá si me sale pintora como el Testa ese que salió en el Clarín, que andá a saber, ché.
No soy un nihilista más, no soy un hijo del rigor del espíritu tanguero, no ando repechando en la nostalgia. Al menos, no siempre. Creo en el halo de luz que se cuela entre algún espacio de the wall, intento alejarme, intento no ser un ladrillo más, another brick in the wall, anoder brik in de uol. Y a veces decaigo, me hallo siendo un estatuario más, un productor de estatuas, inertes, estancadas, enraizadas. Pero es ahí cuando me embarco en lo lúdico de desenterrar las raíces de mis efigies, dando vida, cumpliendo mi rol de demiurgo ciego. Es ahí cuando termino comprendiendo que el tango no es sólo añoranza y lágrima por caer, sino un espacio para relegar h2o y luego, renovado como las largas siestas existenciales del viejo Bukowski (¿o era Hank?), salir a la calle, perderse en las faldas femeninas emergentes del otro lado de la senda peatonal. Es como decía Borges:
"Tal vez la misión del tango sea esa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor".Pero así, repartiendo oxígeno y relegando óxido, ando buscándome, palpando formas en la oscuridad rotunda.
Ahora, en este preciso momento, memento, tormento. Cuando el vodka se cuela por el calcio de mis huesos y la inmaterialidad del sueño cala en mi sien, comprendo que de tantos fransiscos, olvidé que usted, el mismo lector (¿o escritor?) que se desalimenta de estas palabras abultadas de adjetivos fétidos lúgubres lóbregos anegados, es mi otro. Mi misma forma en un plano paralelo, sentada en la silla en la que usted se rasca la cabeza, apoyado quizás contra el teclado, observando la pantalla y pensando en que la cebolla siempre se le pasa a la vieja, en que cuando sea grande no seré poeta, o en que todavía no olvidé a aquella noviecita de secundaria, porque de tanta escolaridad y reminiscencias usted - igual que yo-, se habrá transportado a aquellos rostros que duermen en nuestra existencia mental, que pernoctan como un libro en una biblioteca infinita, (sin saberlo está aguardando que una mano lo tome del pescuezo y lo largue por la ventana). Y que vivir es recolectar otredades, descubrirse en alguna huella del otro. Y ahí entender o no entender que todo se cierra en un mándala. Que no hay, mejor dicho, no debe haber aflojes al final. Que el tango y el amor y el Van Gogh sirven, si quiera, para elucubrar una “eternidad instantánea”, para fotografiar nuestra subsistencia, sublimando esencias, qué tanto.
Martín Erro (¿o usted?), año 2006.
Frase del día:
“La verdadera otredad hecha de delicados contactos, de maravillosos ajustes con el mundo, no podía cumplirse desde un solo término, a la mano tendida debía responder otra mano desde el afuera, desde lo otro.” Julio Cortázar, Capítulo 22, Rayuela.
9 Comments:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
martin? jaja bueno martin (yo te tenia como julio), lei tu reflexion, me gusto... sobre el tema no es que sea trillado, pero es un tanto constante, igualmente estuvo bueno como lo planteaste, por ahi te brotaba cortazar de algun lado, siempre se cuela ese... y uno nunca sabe de donde sale. bien
derian
hola, martín. muchas gracias por tu comentario tan bonito en el blog.
en estos días los cortazarianos tenemos que unir filas, porque los nenes de la uba lo quieren bajar a hondazos del pedestal. así que bienvenido a la tribu.
pensé que las "otredades" venían en/de manos grandes, pero hoy..., pero desde hace...
qué nenes de la UBA? yo voy a estudiar en la UBA y a Cortázar lo banco a muerte carajo!... Muy bueno el post che, sos groso Martín. Desde acá, medio perdido en la nebulosa de los días estivales que hasta pierden su nomenclatura invernal, sin crédito en el celular como para contestarte los msj, y con ciertos problemillas caseros que me impiden una comunicación rápida y certera con vuestra persona, te dejo un saludo cordial y afectuoso. Sigan así con el blog que va bien.
Pará, ¿sabés quién soy no?
La frase de MI día:
".... Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio."
Julio Cortázar, Rayuela, Capítulo 93
Es grato comprobar que esa otra juventud está cercana. Me sorprendió esta forma de escribir tan madura
Emanuel Levinas dice "El tiempo es el otro".
Agrego a modo de breve explicación: ni al otro ni al tiempo lo puedo de-tener.
La alteridad, quizá se haya hablado mucho pero, a mi me parece que sólo si hay alteridad hay milagro, Dios es por eso lo áltero por excelencia, o como dicen los libros, lo radicalmente otro.
Hablaba, de todos modos, de amor, ese es el milagro, no? Aunque tratemos de evadir la palabra, la palabra es amor.
Emanuel Levinas dice "El tiempo es el otro".
Agrego a modo de breve explicación: ni al otro ni al tiempo lo puedo de-tener.
La alteridad, quizá se haya hablado mucho pero, a mi me parece que sólo si hay alteridad hay milagro, Dios es por eso lo áltero por excelencia, o como dicen los libros, lo radicalmente otro.
Hablaba, de todos modos, de amor, ese es el milagro, no? Aunque tratemos de evadir la palabra, la palabra es amor.
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