Bar La Forja
Bacacay 2414 (a dos cuadras de Plaza Flores)
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"Crecen los incendios en el sur de California: Schwarzenegger declaró la emergencia".No quiero alarmar a nadie, pero si Schwarzenegger declara la emergencia, qué será de la humanidad. Estamos frente a :
"'Hoy he tomado la decisión de renunciar', indicó en rueda de prensa con semblante grave Abe [...]" del Diario Clarín de hoy.Para mí suena horrible una cacofonía en el ámbito de una noticia. ¿Por qué no eludirla, si hay tantos sinónimos o frases similares?
“En mi principio está mi fin”,
T.S. Eliot, Four Quartets.
Si se me permite un tono estoicamente afirmativo, no dudaría en decir que la premisa más real es la siguiente: todo es falso. Pero, aún así, no podemos negar su materialidad. Hay que hacernos conscientes de ello. Estamos coronados en una torre de Babel. Nuestra Babel es la propia edificación del consenso humano, desarrollado bajo los cimientes mismos de la nada. No estoy planteando, con lo antedicho, una exégesis del troglodita ni una veneración existencialista.
Si el hombre informatizado de hoy día entra en razón (oh, paradoja franfurktiana de la irracionalidad de la razón), si se embebe del conocimiento de sus propias entrañas –esto es, ni más ni menos, un escudriñamiento, o mejor dicho, una conciencia del propio origen-, no tiene por qué creer, por ejemplo, que ésta pared es una frontera entre mi parcela y la de el vecino. El hecho es que la razón, con su fárrago indecoroso, conllevó al sujeto mismo a la situación del desasosiego que lo caracteriza.
Aún así, no pueden derruirse los pilares ya construidos de Babel. Sería un ataque mismo al hombre. Solamente se le pide que comprenda que no está en el plácido sitio a donde la gravedad lo arroja, sino en el ingrávido transitar sobre la cornisa de una torre, cuyos materiales mismos son la nada.
La nada es el lenguaje. La nada es la convención. Pero esta nada vivifica nuestra vida, o al menos la dilata, la extiende. Toda simplificación del mundo es angulosa. ¿Pero qué existe sin ella?
¿Atentar contra el hombre mismo? No. Simplemente, aplicar una inyección de verdadera razón. Esto quiere decir, que se comprenda dónde estamos caminando y que se recuerde de dónde surgió el cemento que nos sostiene.
¿De dónde? De la nada. ¿Qué sería el hombre sin la nada? No se trata de que el hombre se desespere aún más. La nada no es evasión. Es realidad. La realidad más real, si se quiere forzar aún más el lenguaje. La nada es el material original del hombre. Pero se trata de que la cura de sus problemas (la nada) no termine por conllevarlo a la obnubilación.
Por otra parte, existe algo inercial en ese todo. Porque no puedo resistirme a que el muro divida mi casa de la del vecino. O no puedo resistirme a que el capitalismo se desarrolle y extienda. ¿Qué hacer frente a eso?
Simplemente, repensar el presente del sujeto y recordar el pasado del sujeto (si bien mítico, el momento de su nacimiento, por cierto, indefinible). Babel no comenzó, quizás, nunca. Sólo existió. Pero el hombre continúa agregando cal y arena, y el hombre se pierde allá arriba. Que siga construyendo, pero considerando la piedra fundamental: la nada misma, el hombre mismo, el ser en su esencia misma.
Y, por supuesto, en su fin está su principio.
¡Eh, guacho, qué bardeas!... Ahora sí, culminado el instante pueril (pero no estéril), se puede dialogar con la diafonía estertórea del conocimiento, de la cultura y no del garbo idiota. Manos que escriben palabras sin sentido, que brotan de una nada que al mismo tiempo se comunica con otras nadas en la virtualidad de un inclótumo programa infortunadamente denominado "Mensajero" (en clara e insana dicotomía). ¡Di coto, mía! Es inevitable no desglosar las palabras, no destruir una imagen para crear otra nueva, no perpetuar la existencia del ser en el acto de placer más certero y animal (pero no humillante, como eructar o rascarse la entrepierna). Es inevitable no querer modificar el mundo, pues la naturaleza del hombre nos indica que ese es nuestro destino último. Y, quiérase o no, siempre cambiamos el mundo. Este blog lo ha cambiado. Aquellos que firmaron el blog lo han hecho. Quienes inventaron los fotologs y los blogs, lo han hecho. Así como Bill Gates, Julio Cortázar (santa diferencia!!; bien que lo he mamado con gusto, y lo agradezco), Mahatma Gandhi, Damián Szifrón, el borracho de la plaza, Liniers (Macanudo!), Mahler (y no el Pitito que le compone las roncas melodías a Pepito Cibrián; ni tampoco la empresa guatemalteca que permuta el lugar de la "H" en su nombre, depositándola hacia la derecha de la "L"), y muchos hombres y mujeres y niños que en el existencialismo de Camus (y de Sábato, claro) son tan importantes como la gran Garganta del Diablo (y lo son en verdad para el universo) aunque sean otro brick en la pared del hambre, de la miseria y la debilidad humana. Siempre hay espasmos de vida, no dejan de estar ahí porque no pueden (aunque quieran, no pueden; pero quién dijo que quieran). Siempre esos choques, esas muertes, esa droga enfatizando la somnolencia del tiempo, esa manipulación inerte del ser; también las bicicletas sin frenos, sin guardabarros, o con cesta para guardar las bolsas de las compras. Siempre están. No como los amigos, que a veces no están aunque digan “siempre voy a estar”, o aunque te abracen en un viaje de egresados y te digan “No te voy a olvidar nunca”. Pero, ¿qué es el olvido? Si el olvido es no tener presente, día a día, en cada despertar (o bien, en algún momento del día) a la persona en cuestión, entonces muchas veces nos habremos olvidado de alguien. Pero, si el olvido es terruptar las emociones, si es desentrañar las imágenes insertas (desde archivo o prediseñada), si es no guarecer al menos en un hueco ínfimo del ser a dicha persona, entonces tal vez sea más improbable que alguien en su puta vida haya olvidado a un amigo. Pero claro, también depende de a qué nos remitamos con el término “amigo”. Si amigo es, como arguyera aquél autor desconocido (¿o Borges, realmente?) en su rememorado poema “El Árbol de los amigos”, cualquier individuo con el que uno trata (al menos un tiempo, por más escaso que sea; “Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino”), aunque luego se esfumen para siempre y no sigan el camino con nosotros, entonces nunca puede haber siquiera un sujeto carente de ellos. Si, por el contrario, amigo es todo aquél que acompaña a la persona, que comparte momentos (no necesariamente espectaculares, ni antropológicamente correctos, ni filosóficamente aptos), que brinda su ayuda en tiempos de marea alta, que genera con ella un lazo único e irrepetible (como el ser mismo); entonces puede que existan personas que, en el peor de los casos, no posean ni un amigo. Eso nos lleva al concepto de soledad. Soledad hay en todos lados. Hay soledad en una fiesta repleta de amigos, en cuanto uno de ellos sienta esa ventisca rauda que pasa de un hombro al otro y acoge los peores sentimientos de soledad (la soledad interior); y hay soledad en la ribera del Río de la Plata; en el Chaco; en los hacedores de canastos de mimbre; en el punto más álgido (realmente álgido) del Glaciar Upsala; en la estera (también de mimbre) que utiliza una gallega para tomar sol en alguna playa de Málaga; en el resquicio que forman los párpados de cualquier chino; en la vasta solemnidad del océano y sus pequeños navegantes. En todos lados.
Tal vez sea por ello que intentamos modificar el mundo. Tal vez sea una forma más de buscar el fondo, sin caer en los bordes "Juarrocianos" (si se admite tal neologismo) de la vida o la muerte; pero siempre teniendo en cuenta las manos (también momentos juarrocianos) que crean al ser, y al no ser; que crean este texto intentando alcanzar esa orilla en la que, quién sabe dónde, se vislumbre el fondo. Tal vez sí sea por ello, o tal vez no. Tal vez sea el intento de rechazar un olvido inminente, o hacer decrecer los momentos solitarios, o creerse un ser más apreciable, o demás. O tal vez porque queremos figurar en ese glosario enorme que se llama “Historia”. Y quizá por eso la invención de estos nuevos espacios de comunicación, quién sabe. Pero en ese afán casi fortuito, entre situaciones y coyunturas parcial o totalmente azarosas, reaparece el humano que se cree perdido en las inmediaciones de la locura moderna. Porque allí se encuentra el mismo deseo del cavernícola, y del romano y de Descartes. El único patrón común en todo hombre (aunque negado bajo mecanismos psicológicos en algunos casos), la cosa en sí que mueve todo designio. La pregunta, la cuestión anterior a la inmediatez del acto, sería: ¿para qué?. Ahora yo pregunto, señoras y señores: “¿hacia dónde?”…
FRASE DEL DÍA:
"Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a tí mismo"
Mahatma Gandhi
Podría aventurarme en lo escabroso de narrar una historia al revés, desgranar sutiles palabras con la quietud de una letanía proferida en mitad de una noche dplenilunio y aroma a mezcla de colonia y alcanfor. Y así recurrir a los lugares eternamente comunes de los finales: “Y se murió”, podría atinar en estos dedos, y luego recomenzar la narración, planteando hipótesis lectoras, reconstruyendo esporádicas escenas, efímeras vueltas atrás de un relato no édito, todavía virgen en el páramo de lo inmaterial. Pero no lo hago. Prefiero nominalizar nones, asignarle nombres erráticos a situaciones que nunca escribiré, como el paraíso negado a un suicida. Prefiero hilvanar con los hilos desmadejados de la incoherencia esta historia que no ha comenzado, y que nunca lo hará.
Sin embargo recurro, con afán de argumentar lo injustificable, a la máxima mallarmeana de que “un golpe de dados nunca abolirá el azar”: estos fonemas indiscretos que aparecen repentinamente y sin una seguridad de tipo “marlowiana” de que se inmortalizarán en los espacios todavía expectantes, no se conducen en los rieles del perfecto cuentista de Quiroga. No fueron pensados con anterioridad, como un asesinato de un capo mafia o el ahorro de un niño que espera por un álbum de figuritas. Aún así, me atrevo (con reconocida insolencia) a delinear el final de esto que no es, de esto que se semeja a un silencio en una pintura de Duchamp o – tan contrariamente que parecen hermanos- al Scream estentóreo de un tal Munch (otro lugar común). Y a partir de la paráfrasis, reconozco lo que sucede con Mallarmé –con su Rayuela y su Ygradissil ideal- y Cortázar – con su golpe de dados-: ambos, poema y novela respectivamente, son procesos complejos y laberínticos que tienen por objetivo entablar un diálogo (también ideal) con un lector (por supuesto, ideal). Me da la loca de pensar que la obra de Mallarmé y Cortázar se asemejan a la vida de un creador de crucigramas, un creador de vacíos que llenarán a otras personas en la pasividad del cafecito,
1. Inmiscuirse en la falencia del lenguaje plano, aquel que tan sólo requiere de la dimensionalidad austera y huraña de lo tangible, lo previsible;
2. Presentar al lector una baraja de una carta única, sin mayor elección que la que el autor designa y que el totalitarismo de la palabra circunscribe al papel. Un punto final no trasciende la inmediatez del punto final.
Mallarmé. Cortázar. Tanto el poema como la novela, superhonda, pesadas y cargadas de simbolismos a la manera de la poética del rosarino-griego-latín Oliva (no digo poema, porque él creía con justicia de poetas arcaicos que la poesía trascendía la palabra escrita). Y yo ahora, armo rompecabezas, intento llenar los espacios de sus crucigramas y de acercarme en una situación conversacional (ideal) con estos “creadores de vacíos”, constructores de caminos.
Y aquí finalizo escribiendo “y se murió”; ponderando en mis trémulas manos una duda a la manera de Descartes. Pero ahora sin comillas. Y se murió. Y siguiendo el ejemplo (pero mal aprendido, y aún peor aprehendido) le digo:
“Y se murió, luego de alzar la vista y reconocer en el fragor mismo de la nada que …………………………………………………”.
Y me agrada invocar al suceso abstracto de que usted lo llena y finaliza este relato no profanado, todavía virgen en el absoluto de lo níveo.
“Y se murió, luego de alzar la vista y reconocer en el fragor mismo de la nada que el facón que se le hundía en un costado estaba empuñado por su misma mano: se estaba suicidando”.
Pero no. Arribo a la conclusión de que el que rellena los espacios es mi doppelgänger, mi propio lector (ideal), y que ante todo abismo –ante la presencia de un vacío eminente- a veces es mejor callar, derramarse en algún rincón de lo cotidiano y dormir como quien no quiere la cosa. O como quien la quiere pero que no se atreve. Se trata de banalizar la nada.
Frase del día:"Tan difícil escapar de ellas, con lo hermosas que son. Mujeres mentales, verdad. Me hubiera gustado entender mejor a Mallarmé, su sentido de la ausencia y del silencio era mucho más que un recurso extremo, un impasse metafísico. Un día, en Jerez de la Frontera, oí un cañonazo a veinte metros y descubrí otro sentido del silencio. Y esos perros que oyen el silbato inaudible para nosotros... Usted es pintor, creo." nos dice Morelli en el capítulo 154, Rayuela.
La manzana más asada canta, alta, la cantata. La cantata pasa, pasa; habla:
“La baba mata; la baba da fama para ratas”
“Hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo”
Susana Thénon, Canto Nupcial.
"Tal vez la misión del tango sea esa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor".Pero así, repartiendo oxígeno y relegando óxido, ando buscándome, palpando formas en la oscuridad rotunda.
“La verdadera otredad hecha de delicados contactos, de maravillosos ajustes con el mundo, no podía cumplirse desde un solo término, a la mano tendida debía responder otra mano desde el afuera, desde lo otro.” Julio Cortázar, Capítulo 22, Rayuela.
Diría Cortázar (¡oh, genio entre los genios!), que en los jardines de la poesía popular surgen mundos de nueva complejidad idiomática, nacen palabras (aún más allá de los "neologismos" mundanos ), emanan renovadas formas estéticas; y claro, se deslizan otras entre las hojas del jardín, todavía no descubiertas o ya desgastadas por el uso indiscriminado de los medios, de los mediocres. Entre los yuyos, salen rosas, cardos y helechos se debate la clorofila. Pero no es momento ahora de interpretar metáforas dignas de una maestra de catequesis en la escuela primaria.
El mundo está desestabilizado, sumergido en la confusión: miles de seres colisionan en la oscuridad del acontecer ciudadano; se reparten abismos en cualquier boleto de tren; se etiquetan personas cual matadero; la humanidad se conduce en una tremebunda letanía hacia el paroxismo propio de la locura.
Ahora, che, escuchame. Sí, vos, che. Ya llegaste hasta acá, ya estás metido, ya estás hasta el cuello (o algo más). Observá alrededor tuyo. Te rodean. Estás frito. En cualquier momento se te abalanzan y ¡kaputt!; fuiste. Zafá, si querés. Va a ser en vano, te vas a frustrar en los intentos desesperados e inútiles. Pero intentá. Ya sentís cómo te abrazan, cómo te envuelven. Ya te hablan al oído, te obnubilan, te hipnotizan. Ya estás cayendo en lo idílico del lenguaje... ¡Ojo! No te golpees el codo, ni el Coelho, evitá el hoyo de la existencia. Esquivá el mediocre que cohabita en todo hombre, y tratá de abalanzarte sobre el pedestal del Corta Zar, o sino sobre el sillón de Viena de Saer, o el laberinto de Borges... Que vuestro tropezón sea digno y feliz!
Frase del día:
"Aunque rasgués los tamangos,, del tango Yira Yira.
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás."
Los creadores.